Mientras pudimos
Pablo Herran de Viu
Contemporánea
208 páginas
Altamarea
¿Alguna vez has sentido que un libro parece estar escrito para ti? Eso fue exactamente lo que me pasó con este. Es un relato sobre la vejez, la soledad y las decisiones de vida.
Seguimos a Eve, de 83 años, y a Jorge, que está en sus 20s. Su amor por el arte los une en una amistad inesperada con un propósito común: escribir un guion. Cada lunes se reúnen. Él le devuelve la esperanza, un motivo para seguir adelante y ver la vida con otros ojos. Ella le ofrece su amistad, sus consejos y el peso de su experiencia. Es una historia sobre el paso del tiempo, sobre cómo los años no perdonan ni dejan olvidar.
Cuando pensamos en alguien de 83 años, solemos imaginar a una abuelita dulce que hornea galletas. Eve es todo lo contrario. Pasó su vida cuidando a sus padres, luego se independizó y decidió que no necesitaba a nadie para compartir su vida. Quería su espacio, y así lo ha llevado hasta el final. Con sus limitaciones, incertidumbres y miedos, sigue viviendo sola en su apartamento en Manhattan y así quiere que sea hasta el final de los tiempos.
Este libro invita a reflexionar. A detenernos un momento y preguntarnos: ¿estamos siendo fieles a nosotros mismos? Eve es un personaje que me marcó profundamente, alguien a quien fácilmente puedo tomar como referente. Me imagino preguntándome: ¿qué haría Eve en esta situación? Porque está tan bien construida que es fácil visualizarla en otros escenarios fuera del libro: en sus años dorados en Broadway, en la piscina donde siente que su cuerpo le pertenece.
También nos hace mirar a los jóvenes y a la sociedad en general. Rompe con la creencia —que al menos yo tenía— de que una persona mayor es frágil, dependiente o incapaz. A veces solo necesitan cariño, un poco de ayuda en algunas cosas, pero nada más. Lo importante es la conversación, el sentir que siguen formando parte del mundo, porque lo son.
Hace unos años me habría costado imaginar a alguien de 80 o 90 años viviendo solo por elección. Pero últimamente he conocido casos así, y me parece increíble. Yo he vivido con mis abuelas toda mi vida, y este libro me hizo abrazarlas aún más fuerte. También me hizo preguntarme si, en mi afán de devolverles todo lo que me han dado, no les estoy robando su independencia. Si, sin darme cuenta, les estoy impidiendo sentirse válidas, ser parte activa de la vida, aunque a veces olviden cosas o quieran saltarse la prohibición de comer pastel de chocolate.
No tengo dudas: este es mi mejor libro del mes. Y me atrevo a decir que se colará fácilmente en mis mejores lecturas del año.
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