Vicente Gómez
Editorial Soldesol
233 páginas
Es difícil ser imparcial con este libro cuando conozco al autor y me parece una persona maravillosa. Sin embargo, el libro termina siendo tan maravilloso como él.
Es oficialmente la segunda lectura del año y puso el listón muy alto. Demasiado diría yo.
Nos traslada a Recóndito, a un pueblo perdido entre las montañas y el mar. Allí sus habitantes se conforman con lo que tienen, no hace falta salir a la gran ciudad a buscar lo que ya tienen allí.
Seguimos la historia de nuestro enigmático protagonista, que nos guía a través de sus ojos por el pueblo, por su iglesia, su bar, su antro y como no, su cementerio. Gracias a él descubrimos como es la vida allí, como el mar tiene tanta importancia, y como la tranquilidad es lo que reina allí. Después nos introduce con otro personaje, Lorenzo, para mí un forajido que llega intentando encontrarse, tiene aires de machote y altera un poco el equilibrio de Recóndito. Tiene un aura misteriosa. Dedica sus días a pasear por las calles y en la noche a emborracharse. Las personas le temen, pero por unas jugadas del destino termina haciendo amistad con nuestro protagonista, y con Filo, el regente del bar, que aun carga con las sombras de su hermano fallecido.
También tenemos a Emilia (o Emile) la chica que aborrece el destino que se le ha impuesto y decide buscarse algo mejor en la gran ciudad. Un personaje secundario, que, aunque me hubiese gustado saber más de ella, aparece en las oportunidades justas y nos hace entender mejor la dinámica de este lugar.
- Al final te resignas a ello. Es duro al principio, pero luego te acostumbras.
- No lo hagas. Mantén una postura mínima de rebeldía, al menos para permanecer alerta.
Leer este libro para mí fue volver a mi infancia, sentirme rodeada de nuevo por esas olas que me arropaban y saborear mientras valoro aún más la suerte que tengo de vivir al lado de ese gigante de agua salada. El libro nos lleva a través de una historia en donde no pasa nada, pero al mismo tiempo pasa de todo. Es bastante fácil cerrar los ojos e imaginarte que estas allí, viendo la dinámica de cualquier pueblo del Cabo de Gata -porque puede que esto sea ficción, pero lo que pasa allí dentro es totalmente real-.
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